Introducción

Este blog nace desde el más profundo fanatismo hacia el género zombie. Con él quiero intentar dar respuesta a una pregunta que me formulo siempre que leo, veo o juego a una historia relacionada con el Apocalipsis Zombi: ¿Qué es de todas las personas que se esconden en sus casas? Es decir, el protagonista huye, muere, lucha o incluso encuentra el amor, pero ¿Y todas las personas que le ven pasar en su coche, huyendo de las hordas de muertos, desde sus casas? Atrapados. Sin saber qué hacer. Preguntándose si ellos también deberían salir e intentar llegar a alguna parte, o deberían quedarse en casa esperando una ayuda que cada vez parece menos probable, mientras los suministros se agotan. Llega un momento en el que hay que decidir.

En este blog, por lo tanto, no encontrarás un héroe. Habrá muchos héroes anónimos. Que consigan su propósito y se salven o que mueran devorados. En este blog el protagonista no es una persona. El protagonista es el Apocalipsis Zombi. El Tiempo de los Muertos ha comenzado.

IV. Avenida de Monforte de Lemos 107, Madrid


El Tío del Burguer King subió las escaleras que llevaban al segundo piso del restaurante corriendo. Bueno, en realidad, correr es mucho decir. Más bien arrastró sus 130 kilos escaleras arriba. Al llegar, se metió en la sala de empleados, que tenía una pequeña y elevada ventana que daba al exterior y se asomó subiéndose en un endeble taburete. Entonces lo vio. Unos 15 zombis estaban dando buena cuenta de un hombre de unos 25 años que estaba tirado encima del capó de un coche patrulla destrozado. Aunque no era una visión agradable, ya que el chico vivió lo suficiente como para conocer el infierno antes de morir, el morbo retuvo al Tío de Burguer King mirando por la ventana unos minutos.

Al cabo de un rato se bajó del taburete y se sentó en un banco corrido que solían usar sus empleados para cambiarse. No estaba afectado por lo que acababa de ver. Al fin y al cabo, llevaba dos meses viendo ese tipo de escenas casi a diario. La primera fue en un puesto de abastecimiento al que fue para coger comida. La cosa parecía marchar con normalidad y de pronto todo se fue a la mierda. Una mujer gritó, se derramó sangre y el mundo entero echó a correr. El pánico se extendió por la gente como la electricidad lo hace por el agua. Un Fiat Punto salió de la nada y atropelló a una anciana que llevaba un carrito de la compra enorme. En ese momento decidió que el lugar más seguro al que ir hasta que pasara toda esa mierda era el Burger King del que era dueño.

Todo eso parecía haber pasado hacía años. Llevaba desde entonces encerrado en el restaurante, esperando la llegada del ejército, que a su parecer, no tardaría en llegar con armas para acabar con toda esa turba de muertos. Armas grandes. Y hombres cualificados. No como esos municipales que la jodieron a base de bien en los primeros días. Mientras tanto, sólo tenía que sentarse y comer de las despensas del Buger King. No había gas y la luz se había ido hacía un mes, pero había comida en abundancia. Cierto era que estaba un poco pasada, pero el ejército no tardaría en llegar. Seguro.

Se pasaba el día sentado, leyendo una y otra vez las pocas revistas que había por el Burger y pensando en diferentes combinaciones de hamburguesas. Y es que, el hasta hace dos meses amplio menú, se quedó en poco al cabo de una semana de no comer otra cosa. Pero lo aguantaba. Al fin y al cabo seguía vivo. Y aunque había engordado unos kilos -por otro lado nunca había sido una sílfide- ya tendría tiempo de adelgazar cuando hubiera que reconstruir y repoblar la tierra. Cómo lo iba a pasar. Repoblando la tierra. A lo mejor incluso podría vivir en un palacio. Uno abandonado. Podría ser dueño de unas tierras. Y conducir un Ferrari. Y comer bien. Y para eso sólo quedaba una semana. O menos. Allí se quedaría él. Hasta la llegada del ejército. Entonces acabaría esa pesadilla. Entonces acabaría. Todo se iba a arreglar en menos de una semana.

El Tío del Buger King se quedó sentado. Esperando. Allí se estaba mejor que en el piso de abajo. La corriente que entraba por la ventana disipaba el intenso hedor que llegaba de las cocinas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario