Introducción

Este blog nace desde el más profundo fanatismo hacia el género zombie. Con él quiero intentar dar respuesta a una pregunta que me formulo siempre que leo, veo o juego a una historia relacionada con el Apocalipsis Zombi: ¿Qué es de todas las personas que se esconden en sus casas? Es decir, el protagonista huye, muere, lucha o incluso encuentra el amor, pero ¿Y todas las personas que le ven pasar en su coche, huyendo de las hordas de muertos, desde sus casas? Atrapados. Sin saber qué hacer. Preguntándose si ellos también deberían salir e intentar llegar a alguna parte, o deberían quedarse en casa esperando una ayuda que cada vez parece menos probable, mientras los suministros se agotan. Llega un momento en el que hay que decidir.

En este blog, por lo tanto, no encontrarás un héroe. Habrá muchos héroes anónimos. Que consigan su propósito y se salven o que mueran devorados. En este blog el protagonista no es una persona. El protagonista es el Apocalipsis Zombi. El Tiempo de los Muertos ha comenzado.

XVIII. Parque del Buen Retiro, Madrid. Parte II


Roberto miraba al parque del Buen Retiro sin creérselo. El BMR-M1 ronroneaba mientras decenas de zombis se acercaban atraídos por el ruido. Dentro, Roberto repasaba mentalmente los puntos débiles de la base, intentando dar sentido a lo veía a través del cristal blindado. Las puertas del parque, que fueron reforzadas, colgaban destrozadas a un lado y a otro, reventadas de dentro hacia afuera. Por todos lados había zombis abatidos y cadáveres medio devorados. Nada de lo que veía tenía sentido. El perímetro había sido parapetado para aguantar un huracán y, sin embargo, las defensas habían caído. No quería ni imaginarse el panorama dentro del parque, en la zona civil. Niños, ancianos, enfermos... Miles de personas que vivían confiando en que los muros que les separaban la pesadilla zombi.

El sonido del Hummer de Santi acercándose le sacó de su trance. Por una de las ventanillas pudo observar a Santi llegando y bajándose del vehículo, sin inmutarse ante los zombis que se acercaban. Roberto abrió la escotilla superior del BMR. Un zombi, al que le faltaba la parte inferior de la mandíbula le recibió con un siseo horrible. Su lengua colgaba flácidamente mientras un reguero de sangre negruzca goteaba de ella. Roberto desenfundó su 9mm y le descerrajó un disparo en la cabeza. El sonido del arma, amplificado por los miles de edificios de la muerta capital, sonó como un cañonazo que sacó de su trance a Santi, que se giró hacia el origen del disparo.

-¡Corre! -Gritó Roberto mientras apuntaba a otro zombi.

El estruendo del segundo disparo se unió a los ecos del primero, que todavía viajaban de calle en calle activando a miles de zombis a su paso. Santi corrió los diez metros que le separaban del BMR en un abrir y cerrar de ojos, mientras esquivaba a los zombis que le salían al paso. En cuestión de segundos se encontraba en el interior del BMR-M1, compartiendo con Roberto el escaso sitio disponible dentro de la tanqueta.

-¿De dónde coño has salido? ¿Cómo se te ocurre salir del coche en medio de una manada de zombis? -Vociferó Roberto.

-Te-te he venido siguiendo desde la Torre Picasso... Y... Sinceramente, no me esperaba esta mierda. ¿Dónde están los militares? -Repuso Santi sin apenas aliento y temblando por el subidón de adrenalina.

-Me temo que tienes frente a ti lo poco que queda del ejército español en Madrid...

-Pero ¿cómo ha podido pasar? ¿Cómo han podido acabar con todo el puto ejército?

-Yo diría que los zombis han tenido ayuda desde dentro... Pero eso ya no importa. La base ha caído y Madrid es una ciudad muerta.

-Dios mío, menos mal que estabas aquí... Si no estaría ahí fuera solo, con esos putos muertos.

-¡Un momento! -Exclamó Roberto mientras se abalanzaba a la radio del vehículo.

El soldado comenzó a girar el dial hasta que dio con lo que esperaba no encontrar.

-...al recinto del parque del Buen Retiro, donde podrán ser atendidos en todo lo que necesiten y serán instalados hasta que las tropas del ejército restablezcan el control en la capital. Fin del comunicado-.

-¡Maldita sea! -Gritó Roberto a la vez que golpeaba con el puño uno de los laterales del BMR.

-¿Qué pasa? -Preguntó sobresaltado Santi.

-¿Es que no lo entiendes? La emisión de radio sigue activa y los pocos supervivientes que quedan en la zona van a seguir llegando para encontrarse con que la base prometida ha caído.

-Joder... ¿Y no se apagará cuando se acabe la batería o algo así?

-La radio que emite esa señal está alimentada por energía solar, de modo que no se va a apagar por sí sola. Tengo que entrar ahí y apagar esa maldita emisión. Tú puedes usar el Hummer ese para intentar salir de la ciudad, no creo que te sea difícil...

-Yo me quedo. De no ser por ti estaría ahí afuera a medio comer... Además, me gusta más tu tanque. -Afirmó Santi mientras pasaba la mano por el cuadro de mandos del BMR.

-Gracias tío, puede que entre los dos tengamos alguna posibilidad de salir de esta.

Un incómodo silencio se hizo en el interior del tanque. Santi y Roberto eran conocedores de sus pocas posibilidades de éxito.

-¿Cómo piensas hacerlo? -Preguntó Santi para romper el silencio.

-El centro de emisión de señal está en el monumento a Alfonso XII, en uno de los laterales del estanque. Con el BMR podremos llegar sin problemas. Una vez allí, lo mejor será que volemos con un par de granadas. Las podemos lanzar sin siguiera salir del tanque.

-Suena bien. -Exclamó con poca seguridad Santi. -Por cierto, me llamo Santi.

Roberto preparó uno de los lanza-granadas que aguardaban a ser usados dentro del BMR-M1. El plan era sencillo: entrar arrasando con todo, llegar hasta el emisor de radio, disparar una granada y volver a salir. Roberto se puso al volante, ya que Santi no disponía de la preparación suficiente para conducir una tanqueta. Santi, tras recibir unas instrucciones de Roberto, cogió el lanza-granadas esperando a estar cerca del monumento a Alfonso XII para asomarse y disparar.

El tanque entró en el parque del Buen Retiro arroyando todo a su paso: zombis, cadáveres, material militar y médico, tiendas de campaña... Todo acababa destrozado bajo las ruedas de vehículo blindado, que avanzaba inexorablemente hacia el estanque, antaño surcado por decenas de barcas, y que ahora bullía de cadáveres y putridez.

El BMR-M1 completó el trazado de la avenida de México hasta llegar a la plaza de Nicaragua, donde conectó con el Paseo del Estanque. Los zombis habían echado abajo las vallas que separaban los diferentes recintos del parque, ya que habían sido diseñadas para separar parcelas, pero no para contener hordas de muertos. El vehículo blindado avanzaba entre las parcelas con el morro totalmente enterrado en vísceras y sangre putrefacta, cada vez más cerca de su objetivo.

-¡Santi! -Robertó alzó la voz por encima del estruendo del motor de BMR. -¡Quinientos metros!

-¡Estoy listo! ¡Tú dame una señal! -Gritó Santi agarrando con fuerza el lanza-granadas.

El vehículo blindado recorrió trescientos metros más y Roberto redujo la velocidad. El monumento a Alfonso XII estaba a tiro.

-¡Santi! ¡Ahora!

Santi abrió la escotilla superior y se asomó al exterior. El vehículo blindado avanzaba a unos veinticinco kilómetros por hora y Santi apuntó al monumento. Sólo quedaban unos metros más para hacer un disparo seguro. En el momento en que Santi se preparaba para apretar el disparador, el BMR pasó por una depresión en el suelo que Roberto no vio, dando una repentina sacudida. Santi perdió el equilibrio justo cuando apretó el disparador. Cayó hacia adelante y el lanza-granadas se disparó, haciendo que el proyectil estallase contra el techo del BMR-M1. Santi no tuvo tiempo de gritar. Se volatilizó en un mar de sangre y fuego.

Roberto se vio sorprendido por la explosión y, aunque protegido por el blindaje, se vio lanzado por la onda expansiva contra uno de los laterales del interior del tanque ligero, que perdió el control del rumbo y se estrelló contra el monumento que albergaba el emisor de radio.

Roberto despertó entre dolorosos latigazos y quejidos de su maltrecho cuerpo. Por un momento, pensó que se encontraba en el apartamento de la calle Reina Mercedes. Tuvo que centrar la vista en el panel de mandos del BMR. Entonces recordó a Santi.

-¿Santi? ¿Estás bien?

La única respuesta a esa pregunta llegó en forma de gruñidos, ya que el tanque estaba rodeado por decenas de zombis. Al intentar ponerse en pie, la pierna de Roberto se dobló en un ángulo antinatural y cayó de bruces. Tenía la tibia y el peroné rotos y no podía dar un paso. Fuera, los zombis aporreaban el tanque. Su mirada se posó en la caja de granadas. Sabía lo que tenía que hacer.

Roberto preparó las granadas del lanza-granadas y medio kilo de explosivo plástico. Asió con fuerza una granada de mano y quitó la anilla de seguridad. Por segunda vez en dos días, contó mentalmente los segundos que quedaban para la explosión, y por segunda vez en dos días, la explosión le liberó.

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