Introducción

Este blog nace desde el más profundo fanatismo hacia el género zombie. Con él quiero intentar dar respuesta a una pregunta que me formulo siempre que leo, veo o juego a una historia relacionada con el Apocalipsis Zombi: ¿Qué es de todas las personas que se esconden en sus casas? Es decir, el protagonista huye, muere, lucha o incluso encuentra el amor, pero ¿Y todas las personas que le ven pasar en su coche, huyendo de las hordas de muertos, desde sus casas? Atrapados. Sin saber qué hacer. Preguntándose si ellos también deberían salir e intentar llegar a alguna parte, o deberían quedarse en casa esperando una ayuda que cada vez parece menos probable, mientras los suministros se agotan. Llega un momento en el que hay que decidir.

En este blog, por lo tanto, no encontrarás un héroe. Habrá muchos héroes anónimos. Que consigan su propósito y se salven o que mueran devorados. En este blog el protagonista no es una persona. El protagonista es el Apocalipsis Zombi. El Tiempo de los Muertos ha comenzado.

X. Plaza Castilla 1, Madrid


Alejo miró a la chica y luego a los zombis que se le acercaban por detrás. El disparo, aunque necesario, había producido un efecto similar al de dar una patada a un enjambre de abejas y era cuestión de tiempo que se viesen rodeados por cientos de muertos. La chica pareció reaccionar y avanzó unos pasos. Alejo la cogió por la mano y la arrastró con él a toda velocidad. Detrás, los zombis avanzaban lentamente, con los brazos extendidos y abriendo y cerrando la boca con un ansia devorador inhumano.

Llegaron al escondite de Alejo con suficiente ventaja sobre los muertos como para que no les vieran entrar. Se quedarían dando vueltas y gimiendo por la zona hasta que otro estímulo los llevase a otro lugar, buscando sin descanso presas vivas. Se trataba de un cuarto en los bajos del Juzgado de Instrucción número 1 de Madrid. Accedía a él desde una ventana baja que estaba en una zona vallada, por lo que estaba bien resguardado. Alejo llegó hacía poco menos de un mes y se había dedicado a hacer incursiones nocturnas por la ciudad para encontrar víveres y objetos útiles.

Fue en una de sus incursiones cuando encontró la pistola con la que salvó la vida de Irene. Salía de una tienda de comestibles con la mochila llena de latas de conserva cuando lo vio: un coche patrulla con la puerta del conductor abierta. Por el hueco de la puerta, medio devorado y cubierto de gusanos, el cadáver de un policía miraba al cielo con sus vacías cuencas. Alejo se acercó con cautela al cadáver, parecía no ser un zombi, pero a veces era difícil diferenciar a los zombis de los cadáveres, ya que los no muertos podían pasarse en la misma postura días enteros para luego activarse en cuestión de segundos. A medida que se acercaba, el olor se hacía más insoportable y el zumbido de las moscas más audible. Eran miles, y se apiñaban en torno a las zonas blandas del cuerpo: ojos, boca, nariz... En realidad, toda la cara estaba oculta por los insectos. Alejo reunió el valor suficiente para coger el arma reglamentaria del difunto agente, pero su imagen le acosó en sueños durante días.

Tras entrar en la estancia, Alejo acomodó a Irene, que todavía seguía en shock, en un sucio colchón que usaba como cama. La chica no respondía y obedecía dócilmente a Alejo.

-¿Tienes sed? ¿Quieres beber algo? -Preguntó Alejo.

Irene no contestó. Seguía con la mirada perdida, mirando a través de Alejo y de la pared, mirando hacia algún perdido lugar oculto en lo más recóndito de su mente.

-Me llamo Alejo. -Insistió el chico. -¿Tú cómo te llamas?

Irene seguía sin responder. Toda su actividad se limitaba a estar sentada y respirar. Alejo se acercó a ella y le pasó la mano suavemente por el muslo.

-Menos mal que aparecí yo ¿verdad? No sé que hubiera pasado si no llego a cargarme a ese zombi...

Alejo miró de reojo los pechos de Irene y quitó la mano del muslo de la chica. Se sentía cansado ahora que la adrenalina se había ido de si torrente sanguíneo.

-Necesito dormir un poco, ¿te parece si nos echamos un rato? -Preguntó el chico.

Ante la falta de respuesta de Irene, Alejo la cogió por los hombros y la echó a su lado. En menos de cinco minutos Alejo dormía; Irene se quedó tumbada, con los ojos abiertos.

Dos horas más tarde Alejo se despertó ya recuperado del estrés causado por la incursión. Se incorporó y miró a Irene. La chica seguía tal y como la había dejado, boca arriba con la mirada perdida. Era preciosa. Y Alejo llevaba tanto tiempo solo en ese cuartucho... Desde que se quedó solo en esa pesadilla de ciudad llevaba ansiando encontrar a una mujer que le acompañara. Y esta era perfecta.

-¿Te encuentras mejor? ¿Quieres comer algo? -Preguntó Alejo.

Irene seguía sin responder. Alejo le acarició la cara.

-Eres una chica muy guapa... Seguro que ese de la calle era tu novio. ¿Lo era? -Alejo bajó la mano por el cuello de Irene mientras hablaba. -Debes de sentirte muy sola, ¿verdad?

Alejo observaba nervioso cómo su mano bajaba hasta los pecho de Irene sin que la chica se opusiera lo más mínimo. Acercó más su cuerpo hasta que estaban totalmente pegados mientras pasaba su mano por el cuerpo de Irene, que seguía tumbada y dócil. Alejo metió la mano por debajo de la camiseta de Irene a la vez que le comenzó a besar el cuello. Un minuto más tarde estaba tumbado encima de ella, desnudándola.

Alejo violó a Irene aprovechando el estado de la chica. Lo hizo repetidas veces a lo largo de ese día y de manera tan brutal que, sin él saberlo, terminó por matarla. Pensando que la chica seguía en estado de shock en vez de muerta, se tumbó a su lado y se quedó dormido. En todo el día no se percató del arañazo que Irene tenía en el brazo derecho y que le había producido un zombi en plena refriega en la Castellana.

Al caer muerta, el virus responsable de que los muertos reanimasen comenzó a trabajar en las células cerebrales aun latentes de la mujer. El virus reactivó las zonas más primitivas del cerebro hasta crear un nuevo ente carente de sentimientos y con una rabia infinita. Los débiles impulsos eléctricos salientes del cerebro reanimado, comenzaron a mover los dedos de Irene y, poco a poco, todo su cuerpo empezó moverse.A su lado Alejo, comenzó a desperezarse.

-Hola... ¿Qué tal has dormido cariño? -Preguntó Alejo mientras se giraba hacia Irene.

Pero lo que le recibió era una mueca de lo que fue Irene, una boca con los labios retraídos que dejaba ver una preciosa dentadura, unos ojos vacuos y blancos, perdidos en una ira homicida. Antes de que Alejo pudiera reaccionar, el espectro lanzó una dentellada que arrancó la nariz y parte de la cara del hombre que, paralizado por el horror y el dolor, no pudo gritar. El zombi enloqueció ante la sangrante presa y se abalanzó sobre ella.

Alejo al fin consiguió lo que quería, una compañera para pasar el resto de su existencia en ese oscuro sótano. Para siempre.

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