Introducción

Este blog nace desde el más profundo fanatismo hacia el género zombie. Con él quiero intentar dar respuesta a una pregunta que me formulo siempre que leo, veo o juego a una historia relacionada con el Apocalipsis Zombi: ¿Qué es de todas las personas que se esconden en sus casas? Es decir, el protagonista huye, muere, lucha o incluso encuentra el amor, pero ¿Y todas las personas que le ven pasar en su coche, huyendo de las hordas de muertos, desde sus casas? Atrapados. Sin saber qué hacer. Preguntándose si ellos también deberían salir e intentar llegar a alguna parte, o deberían quedarse en casa esperando una ayuda que cada vez parece menos probable, mientras los suministros se agotan. Llega un momento en el que hay que decidir.

En este blog, por lo tanto, no encontrarás un héroe. Habrá muchos héroes anónimos. Que consigan su propósito y se salven o que mueran devorados. En este blog el protagonista no es una persona. El protagonista es el Apocalipsis Zombi. El Tiempo de los Muertos ha comenzado.

XXI. Carretera Madrid-Irún KM. 27,800 San Sebastián de los Reyes




Un lejano rumor sacó a Eikki de su letargo. Llevaba días concentrado, en éxtasis, casi sin comer ni beber, esperando la llegada del Ser Supremo. Eikki no era religioso, ni siquiera creía en la existencia de un Dios tal y como la iglesia lo describía. Eikki había perdido la cabeza tras estar solo y rodeado de muerte durante semanas. Se asomó a una ventana de la zona de los boxes del Circuito del Jarama y vio la avioneta de Saúl. En su perturbada mente, este acontecimiento podría truncar la llegada del Ser Supremo, y no podía permitirlo.

Eikki era un piloto de carreras finés que recorría Europa con su equipo, disputando carreras e intentando triunfar en un mundillo tan difícil como competitivo. En su Finlandia natal había ganado fama en carreras de autocross para aficionados, una tradición en el país escandinavo en la que tomaban parte desde jubilados hasta menores de edad. Corría con un antiguo Volvo modificado en pistas de barro y, tras ganar veinticinco carreras de forma consecutiva, un ojeador le fichó para un equipo alemán de GT4. No tardó en fichar para la GT3 y poco a poco su fama iba en aumento. Su carrera, al igual que su vida, se vio truncada a su llegada a Madrid para disputar una carrera en el Jarama. Se refugió junto a cinco compañeros de equipo en el circuito y lo mantuvieron limpio de zombis. Y de supervivientes.

El avión comenzó a dar una vuelta de reconocimiento al circuito y Eikki se puso en marcha. Bajó hasta los boxes y abrió uno de los garajes. Dentro, encadenado, sin brazos y con una mordaza de cuero, aguardaba el zombi de un obeso conductor de ambulancias. El zombi, al verlo, comenzó a agitarse y a revolverse en vano, ya que era poco más que un vegetal con piernas. Eikki sonrió al verlo. Era perfecto para su cometido.

En los días siguientes al gran estallido, Eikki y sus compañeros se afanaron en acabar con los zombis que llegaban al perímetro del circuito. Lo hacían de noche y con armas blancas o contundentes, sin llamar la atención ni hacer ruido para evitar la llegada de más muertos. El primer superviviente que llegó a la entrada del circuito fue un anciano cansado y asustado al que Eikki y sus compañeros no pudieron decir que no. Le dejaron pasar. Lo que no sabían es que el anciano escondía una mordedura en el tórax. Murió de noche y atacó a dos de los compañeros de Eikki, a los que, tras acabar con el zombi del anciano, mataron antes de que se convirtieran. Decidieron que, para protegerse y que no volviera a pasar de nuevo, no volverían a dejar pasar a ningún superviviente.

Eikki miraba cómo el avión daba su segunda vuelta de reconocimiento alrededor del Jarama. A poco más de un metro de él, el zombi se agitaba sujeto por el cuello con una vara de metal. Los ojos del joven finés eran el reflejo del odio y la locura pura y brillaban de excitación. Se ocultaba en las sombras de los boxes, esperando una oportunidad que, por la inclinación que comenzaba a tomar el avión, llegaría pronto.

El circuito del Jarama era un recinto vallado perfecto para resistir a las hordas de muertos, pero por desgracia para Eikki y sus compañeros, no tenía grandes reservas de comida. Hambrientos, discutieron acerca de sus opciones. Salir e intentar a alguna de las urbanizaciones cercanas o quedarse y morir de hambre. Con miles de zombis en el exterior, quedarse y morir era tan buena idea como salir. Fue Eikki el que planteó la tercera opción, una opción terrible que no gustó a sus compañeros: alimentarse de los supervivientes que fueran llegando al circuito. Desde el incidente con el anciano, a los supervivientes que habían ido llegando, los habían amenazado de muerte para disuadirles de intentar entrar en el recinto. Pero Eikki, desesperado y hambriento, tuvo unos planes diferentes para una chica que llegó a la valla exterior del Jarama. La dejó pasar y, tras ganársela con amabilidad, la asesinó y la devoró parcialmente mientras sus compañeros dormían.

El avión tocó tierra a unos cien metros de la posición de Eikki, que aguardaba en la sombra. Se hizo un corte en el brazo, que comenzó a sangrar profusamente y salpicó de sangre al zombi que aguardaba, que se agitó en contacto con ella.

Los compañeros de Eikki no tardaron en descubrir lo que había hecho este y se enfrentaron a él. Lo que no sabían es que la mente de Eikki se había degradado hasta límites insospechados. Eikki, sumido en su paranoia, creyó que sus compañeros querían acabar con él para luego devorarlo, de modo que acabó con ellos con una gran llave inglesa y los devoró durante semanas, aun cuando los cadáveres estaban putrefactos.

Eikki lanzó al zombi de entre las sombras de los boxes a la recta principal del circuito segundos antes de que el avión pasara a su lado. El muerto desapareció en una nube de carne y vísceras putrefactas y el olor dulzón de la muerte inundó el ambiente. El avión renqueó hacia un lado y tras destrozar una de las alas contra las vallas de protección, volcó y se deslizó por la pista. Eikki echó a correr tras el avión mientras éste avanzaba por el circuito perdiendo velocidad. En su mano sujetaba la escopeta con la que una familia se protegía de los muertos. Finalmente el avión se detuvo y Eikki llegó a su lado. Cargó la escopeta y apuntó a Saúl. El disparo se vio amortiguado por la bocina de un tren que pasaba por línea férrea Madrid-Irún, que pasaba a unos cinco kilómetros del infierno en el que se había convertido el Circuito del Jarama.



1 comentario:

  1. Ya se echaba de menos la ración de zombi. Esta me ha sabido incluso mejor que las anteriores. Gracias!

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